Se llora cuando no puedes decir adiós.

Se que todos esperabais una entrada para él. Para ese supuesto él, al que estamos acostumbradas a dedicar largos textos de nuestra vida.
Pero, siento deciros que no. Hoy necesito contaros algo mucho más importante.
Algo que cambió mi vida un cinco de octubre, hace cuatro largos años.

Ella. Una persona como otra cualquiera. Una niña más en el patio del recreo.
Ella.
Ella podía pasar desapercibida durante horas. Podía saltar, gritar, jugar, correr, pero nadie se daría cuenta.
Ella era la niña más feliz y alegre del planeta Tierra. Ella era el optimismo y la felicidad, hechas persona.
Ella.
Ella tenía amigas. Nos tenía a nosotras.


A día de hoy, os puedo asegurar que no he vuelto a encontrar a nadie como ella.
Se que es imposible.
Ella es la persona más fuerte y más buena que he conocido nunca.
Podía sonreír, mientras le caía una lágrima. Era capaz de  ocultar su dolor, si sabía que  iba a entristecer a otra persona. Ella podía demostrarte todo con una solo mirada.
Ella era capaz de abrazarte y parar el mundo con ese abrazo.
Ella.


Y se marchó.
Cambió de ciudad. De gente. De vida.
Empezó de nuevo, para volver a vivir. Comenzar desde cero y superar cada obstáculo que le pusiera la vida.
Ser fuerte. Comprender que no existen las princesas y que la vida es una hija de la gran puta.
Que se lleva a los fuertes y buenos, y deja en tierra a los violadores y a los asesinos.
Que no concede más minutos de alegría y deja un recuerdo entristecedor a lo largo de los años.

Pero ella era diferente.
Ella es la única que ha llegado a comprenderme de verdad.
La única persona que ha llegado a saber lo que es tener un nudo en la garganta y además, comprender a la persona que lo tiene.
Adía de hoy, puedo asegurar que no he vuelto a encontrar a nadie como ella.
Y seguramente, aunque pasen los años y por muchas personas que llegue a conocer, nunca encontraré a nadie que se acerque a su perfecta imperfección.

Por que es verdad, ella era la niña más imperfecta del mundo. Pero su imperfección le daba vida.
Ella me enseñó que la vida hay que aprovecharla. Que no podemos malgastar ni un solo segundo. Que cada lágrima que derramemos, debe tener una razón lógica y detrás de cada una de ella, tiene que haber una persona por al que merezca la pena llorar.
Ella me enseñó a reír. A reír incluso cuando todo el mundo llora.
A reír y a sonreír. Porque hay momentos en los que una sonrisa, es la cortina de un lloro.
Ella me enseñó una de las lecciones más importantes que he recibido. Me enseñó a valorar a los amigos, a cuidarlos y protegerlos. A cuidar de ellos en todo momento.

Ella, hace cuatro años, se marchó.
Y se marchó para no volver. Pero antes de ese día, ella y yo, hicimos una promesa.
Prometimos recordarnos la una  ala otra durante el resto de nuestras vidas, sin importar la distancia, ni las circunstancias.
Simplemente, recordar cada momento. Y al hacerlo, sonreír.

Te lo prometí. Y lo cumpliré.
Porque no te olvidaré, aunque pasen los años, siempre seras unas parte indispensable de mi vida.
Porque ahora se, que hay cosas por las que merece la pena llorar y otras por las que no.
Y ahora, mientras escribo esto, lloro. Porque tú te lo mereces.
Porque hoy cumplirías dieciséis años.
Porque hoy hace cuatro años que te marchaste.
Porque fuiste, eres y serás mi pequeñas pecotosa!

FELICIZ CUMPLEAÑOS. te querré siempre.